jueves, 23 de marzo de 2017

La clase de Filosofía con Juan Antonio

En estos días tenemos la suerte de compartir nuestra tarea diaria con Juan Antonio, nuestro flamante Master en secundaria en la especialidad Filosofía.

Anda, con actitud sosegada, paciente y entusiasta de aquí para allá, intentando impregnarse de nuestro instituto y con la intención determinante de aprender mucho.

Nos propuso preparar una sesión de filosofía en 1º de bachillerato y accedimos encantadas.

La sesión que aquí comentamos tuvo lugar el miércoles 22 de marzo, a sexta hora (creo que este dato es importante porque la clase empezó a las 13:45 y terminó a las 14:45… ya podéis suponer como estaba el alumnado).




Juan Antonio empezó poniendo música relajante e invitando a los alumnos y las alumnas a que se colocaran de la manera más cómoda posible (inmediatamente colocaron sus mochilas encima de la mesa, se recostaron sobre ellas y cerraron los ojos).

Luego, para iniciar la andadura por las teorías éticas nos narró la azarosa vida de un personaje singular Diógenes “el cínico” y aprovechó para encender un candil como metáfora de la búsqueda de encarna la propia actividad filosófica.

Todo preparado, los chicos y las chicas expectantes y con muchas ganas de “construir” la clase de filosofía. 

Entonces Juan Antonio planteó preguntas fundamentales de la ética y escuchó las respuestas del alumnado, enfrentándolas, poniéndolas en cuestión, analizando posibles aciertos y fallos… en fin construyendo definiciones filosóficas entre todos.

De esta manera explicó la diferencia entre las éticas de fines y las éticas del deber. Los chicos y las chicas llegaron incluso al imperativo categórico kantiano…increíble.


Para cerrar la sesión los propios alumnos eligieron a guardianes de colores (Juan Antonio traía diademas de colores para cada uno de ellos, además de una carta con un símbolo que representaba cada uno de los valores que debían evaluar).
El guardián blanco representaba el “rigor” y entre todos decidieron que sería Rubén. El guardián rojo representaba la “emotividad” y unánimemente eligieron a Alicia. El guardián azul velaría por la “profundidad” y en este caso les pareció el más adecuado Adrián. El guardián verde era el “respeto” y está tarea recayó en Roberto. Finalmente el guardián amarillo que estaría atento a la “creatividad” lo representó Teresa.

Los guardianes de colores se encargaron de valorar cómo les había resultado la clase recreando distintas figuras en un tablero de ajedrez con las propias fichas.

En fin… una sesión magnífica, para repetirla sin duda. Yo creo que nosotros vamos a aprender mucho… y muy bien contigo.

Toda la suerte del mundo para esta tarea que ahora empiezas y que intuimos va a ser un regalo para aquellos que tengan la oportunidad de disfrutar tus clases de filosofía como lo hemos hecho nosotros.

Muchas gracias Juan Antonio.